domingo, 12 de febrero de 2012

Adelantar. Stop. Rebobinar



Se incorporo sintiendo como la fuerza llegaba desde lo mas profundo de su ser, sus piernas se levantaron como grandes torres de babel,  y cuando estuvo completamente de pie, su vista se aclaro, tomando aire  hasta que sus pulmones llegaron al limite, como un león que avanza hacia su presa decidido a no dejarla escapar, se dirigió hacia la puerta, la abrió con tanta furia que se estremecieron los goznes, bajo con gracia imperial los escalones que lo separaban de la vereda y comenzó su camino. Caminaba con la grandeza de los que supieron vencer la muerte, pero sin perder la cautela de los que la vieron mas de una vez, con la frente altiva y desafiante camino entre la gente, que se apartaba levemente de el, como notando casi instintivamente, que ese hombre tenia un propósito, y que nadie en su camino se lo impediría. Su seguridad era absoluta, ebrio de valor, cruzo casi sin notar el charco que había al los pies del cordón, y usando su sonrisa como estandarte, continuo las ultima cuadra que lo separaba de su destino. Solamente un perro se animo a acércasele, acompaso su paso al de el, e intento que lo acariciara poniéndose bajo su mano, dicen que los perros saben quien es el macho alfa.

El llego a la puerta del café, desde allí vio su reflejo en el cristal de la vidriera y supo que estaba listo, pero su mirada fue mas allá, ella estaba sentada adentro, en la misma mesa de siempre, con la tasa blanca, humeando algo que jamás había podido descubrir, garabateando en una hoja bocetos de cosas, que solo en su imaginación podía ver. Siempre tan hermosa, siempre tan congelada, sus ojos volvieron a fijarse en el mismo de nuevo, y supo que no podrían hacerlo.

Caminaba de regreso por donde venia, y un perro salio a su encuentro, impidiéndole seguir, intentando morderlo, mostrando los dientes y gruñendo mientras el pasaba por su lado hasta dejarlo irse, dicen que los perros huelen el miedo.
Se alejaba con cada paso que daba de esa locura que había pensado cometer, con la cabeza gacha, como cargando un pesado yelmo, se encontró frente a el un río extenso al pie del cordón, y perseguido por la vergüenza hundió completamente el pie en el antes de poder salir en el siguiente paso. El estaba volviendo sin nada que perder y la gente apurada lo chocaba y lo empujaba haciendo que su marcha fuera aún mas penosa, con los hombros gastados volviendo de la batalla herido y solo, caminaba con el temor de los que escaparon de la muerte y el descuido del último sobreviviente. Llego a su casa y escalo el monte calvario de la escalinata, los goznes vengándose cerraron la puerta tras de el con un fuerte portazo. Camino hacia atrás como un cangrejo que corre a guarecerse al mar, con su respiración corta y agitada, su vista se nublo, sus piernas se derrumbaron como troncos ante un afilada hacha y en el suelo volvió a el rincón, sintiendo como se le escapan las fuerzas.


Esta no era la primera vez que esto ocurría, tampoco seria la ultima.
El no sabia cómo, pero si sabia por qué.


sábado, 11 de febrero de 2012

Parásitos



Hace muchos años ya se alojaron en el organismo, al principio, con el mínimo daño que puede hacer una bacteria, daños que pronto el organismo reparo, pero casi sin notarlo, la enfermedad comenzó a expandirse paulatinamente, los agentes nocivos se multiplicaban a gran velocidad, corrompiendo sus venas, albergándose en todos sus órganos y en lo que al infectado solo le parecieron unas pocas horas para la enfermedad había ya pasado por cientos de ciclos, muriendo una agente, naciendo dos cubrió todo el cuerpo, hasta las partes mas recónditas fueron revueltas y cientos de agentes comenzaron a atacarlo. El organismo entonces, libero a sus anticuerpos, y miles de bacterias fueron destruidas, expulsadas, quemadas y por un instante, el cuerpo pudo respirar, pero una bacteria nunca puede ser destruida completamente, mientras en una parte, moría, en otra nacía y por millones. Siete mil doscientos millones de agentes consumieron al cuerpo, dejándolo casi destruido por completo, sin ningún tipo de recuperación, y en cuanto esta enfermedad, parecida a una lepra dejo el cuerpo inutilizado, empezó a salir del cuerpo, y se mudo a otro organismo, que lo recibiría sin notarlo y pero que luego de un tiempo encontraría su fin, como le ocurrió a su compañero. Pero esta enfermedad tiene características particulares, que la hacen superior a cualquier gripe, a cualquier lepra, a cualquier cáncer, esta enfermedad tiene agentes nocivos que escriben como yo, y otros agentes nocivos, que leen como tu. Mientras el cuerpo a nuestro alrededor, el que habitamos, se cae en pedazos  



Todo depende del estado


 

“¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de la muerte!

No te des por vencido, ni aún vencido.
No te sientas esclavo, ni aún esclavo.
Trémulo de pavor piénsate bravo
y arremete feroz, ya mal herido.”

Pedro B. Palacios "Almafuerte"



Me quite el pelo de la cara, y observe mis manos durante unos instantes, pidiendo algún tipo de ayuda, algún tipo de símbolo, algo, que me devolviese el valor que hasta hace instantes ostentaba, y hacia flamear entre mis compañeros, que yacían casi tan desvalidos como yo. Entre las rejas, de nuestra prisión momentánea, de nuestro purgatorio, entraban los rayos ardientes de un estío  que ya casi estaba llegando a su fin. Afuera, podíamos ver un verano con flores que habían colmado cada esquina y cada plaza, un verano en el que las aves habían sido la única mancha en el cielo de días hermosamente soleados, un verano, en el que los niños habían jugado hasta que sus madres los llamasen ya entrada la noche calida, un verano en el que las mujeres habían usado poca ropa, debido al sol abrasante… y yo, no había podido pasar ni un instante debajo ese cielo celeste, desde mi aprisionamiento, las noches se hicieron eternas dando vueltas en la cama estrecha, con la pesadilla constante de este día, y los días, una tortura constante, hablar, respirar, incluso pensar, era una forma de acercarme al cruel momento final, y a pesar de pensar mil planes para evadir la sentencia, para escaparme antes de la fecha señalada, el tiempo pasaba y ningún resultado parecía lógico, las rejas de mi prisión anterior, hubiesen sido fáciles de arrancar, la ventana no estaba lo suficientemente ajustada, pero la caída me hubiese matado, y cuantas veces lo abre pensado, saltar e irme volando como pájaro a oler las flores, pero no, cada minuto paso, con una marcha inexorable y segura, cada hora salto por la ventana, escapando entre las rejas, y cayendo hasta desaparecer, y cada día, dejo un sol burlón, que me sonreía consiente de mi encierro mientras se perdía en el horizonte. Y ahora, estoy aquí entre los otros condenados, en sus ojos puedo ver el mismo encierro que el mío, valla a saber uno que dolores peores o menores que los míos experimentaron cada uno de ellos, y aunque las palabras eran pocas, los rostros hablaban por nosotros, pálidas caras, en las que lo único de color oscuro, eran las ojeras de noches sin dormir, me encontré reflejado en cada uno de ellos, en sus caras de miedo, en sus ganas de escapar de allí, aunque tampoco hubiese salida, y por un momento, preferí volver a estar encerrado solo donde yo era conciente solo de mi tristeza, y no tenia que compadecer también a los demás. Apoyada contra una pared se encontraba una joven, su cabello castaño a pesar de estar rematado en una fuerte cola de caballo,  estaba maltratado, y su ojos rojos, aun no estaban del todo secos, la puerta se abrió, todo el mundo se quedo quieto conteniendo la respiración, nadie quería ser el primero a pesar de que a todos nos esperase el mismo destino, nadie deseaba caminar aquellos pasos hasta atravesar la puerta, ella fue la primera, y como si su cara ya hubiese sido cincelada por llantos anteriores, las lagrimas bajaron rápidas hasta su mentón, y cayeron al piso mientras ella caminaba hacia la puerta, sus pasos cortos se tambaleaban, como queriendo retrasar lo inevitable, un nudo me cerro la garganta al sentir el golpe seco de la puerta detrás de ella. Gire al ver las reacciones del resto de los abatidos, todos parecían haber sufrido al ver a esa joven caminar hacia el final del pasillo, hasta hubo un joven de tes morena y ojos claros que se persigno mas de una vez, me deslice por la pared hasta llegar a sentarme en el suelo, y lo único que recordé fue un poema que leí años atrás, cuando era libre:

“Procede como Dios que nunca llora,
o como Lucifer que nunca reza,
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora.”

Y el tiempo, maldito traidor que había caminado tan lento durante mi encierro, ahora corrió hasta que pude escuchar mi nombre, volví a correr el cabello de mi cara y me acaricie el cuello, no recuerdo cuantos habrán pasado antes que yo, nunca quise contarlos, y me incorpore, lentamente camine hasta el final del pasillo, donde la puerta me esperaba abierta, sin que una lagrima cruzara mi rostro, sin que ninguna plegaria saliera de mi boca, me di vuelta, y mire a mis compañeros de encierro, y sin pedir ayuda les sonreí, intentando levantarles un poco su propia confianza, gire de nuevo, sin saber si había tenido resultado o no mi intención y cruce la puerta


Ellos me despacharon rápidamente, apenas solo 3 preguntas, una por cada uno de los sentados en esa mesa, que yo no pude contestar, sabia que no podía hacerlo, sabia que era imposible sacar geografía, la materia la iba a tener que rendir previa en julio y que todo el verano, había sido entupidamente desperdiciado


Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de la muerte.

Todas las preguntas tienen respuesta
cinco minutos después de la discusión.