domingo, 22 de mayo de 2011

Tarta de manzana



Desperté y al cuarto llegaba el sonido de una radio encendida, valla a saber alguien por que, hoy, era uno de esos días en los que dudas si el invierno realmente esta viniendo.
Esos días en los que todo sale bien, la dosis mínima de agotamiento, una dosis excesiva de amor, y por sobre todo, una extraña inyección de alegría, extraña en esos días, en los que cada día hacia mas frío, no es que sea una persona que rechaza el frío, pero es que te induce a ese estado de animo, a querer estar enroscado sobre vos mismo, alejándote de todo excepto de tu propio calor
Pero como todos saben, los resfrios y los problemas se manifiestan de noche, y quien diría que esa misma mañana resplandeciente acabaría así? Puntualmente ahora solo veo un par de piedras, desparramadas por la calle que llegan hasta el cordón de enfrente, un pequeño calor en la mejilla derecha y un extraño punto rojo rebotando en la calle. Opino que esta bien, todavía no duele demasiado, es solo el principio del golpe, y pensar que todo comenzó por esas estupida necesidad de mi madre por comer tarta, ella hacia unas tartas de frutas deliciosas, pero por que quería cocinarla ahora, ya era tarde y el almacén estaría por cerrar, y para colmo, recién podríamos comerla durante la mañana, seria un exquisito desayuno, ¿pero a esa hora? por esas manzanas. Luego de subir la interminable cuesta que separaba el almacén de mi casa llegue, unos instantes antes de que el dueño cerrara y amablemente aunque regañándome un poco por la hora y por que solo llevaría cuatro manzanas, con un rápido movimiento las metió rápidamente en la bolsa, y me dio el cambio, y ambos salimos de el almacén hablando sobre el clima, y sobre que pronto comenzaría a llover, y como si nuestras palabras fuesen la vuelta de llave que faltaba, el cielo trono sobre nuestras cabezas, y una fuerte lluvia de esas que hieren con sus gotas a los traunsentes se desplomo sobre nuestras cabezas, el dueño del almacén me grito una especie de saludo y echo a andar en dirección a su casa, y yo, apenas note que allí parado me seguiría mojando, empecé a correr rápidamente hacia mi casa, bajando por la calle, corriendo como una gacela, salvaje, o así me sentía, no es que alguna ves allá visto una, pero así es como las recuerdo de aquel documental, se que si fuese una gacela, me sentiría igual que ahora que estoy demasiado rápido para mis piernas, mis zapatillas hacían un ruido fuerte al golpear el suelo, la suela ya estaba desgastada y como si fuese poco, el suelo mojado y yo bajando, no ayudaba ni un poco, y allí fue cuando ocurrió, primero, el bocinaso, y luego, el inevitable golpe, quizás hallan sido los frenos, y la calle mojada que tampoco ayudaba, o quizá fueron mis zapatillas, últimamente, ellas tampoco frenaban bien.. igual, eso ya no me importa tanto, el calor en mi mejilla esta aumentando rápidamente, estoy seguro de que no es agradable rozar el cemento a esta velocidad, me dejara una marca, y ahora distingo que es el punto rojo que sigue rondando…Es una manzana.




2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. En mi opinión, este es uno de sus mejores cuentos señor Blak Star!

    ResponderEliminar